Este año volví al bosque donde llegan las mariposas Monarca a pasar los inviernos. Hace 30 años, cuando subí por primera vez a la sierra Chincua michoacana, yo era un muchacho impetuoso e ignorante. Cuando llegué a los alrededores de Angangueo ya era de noche, y me dejé guiar por un par de niños que corrían delante de las luces de mi auto entre oscuras veredas inundadas con charcos de lodo, hasta que encontramos un claro, donde acampé. Al día siguiente, al salir de la tienda de campaña, miles de mariposas volaban a mi alrededor. A esa hora en que el día apenas comienza a despuntar, entre la niebla de la mañana me descubrí rodeado también por una docena de campesinos que, machete en mano, me indicaron que no podía estar ahí, a medio santuario…
El reloj de las mariposas
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